Hace un siglo, un genetista visionario llamado Arthur Watkins emprendió una misión que parecía algo poco probable en su época: recolectar muestras de trigo de todas partes del mundo.
El genetista, con una determinación inquebrantable, solicitó a cónsules, embajadores y delegados comerciales del Reino Unido que enviaran granos de los mercados locales en los que operaban.
El resultado de su esfuerzo fue una colección genética que, cien años después, se revela como una “mina de oro” para el futuro de la agricultura.
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A lo largo de la historia, el trigo siempre fue importante, y actualmente es fundamental en la dieta humana, proporcionando una de cada cinco calorías consumidas en el mundo, de acuerdo con el artículo publicado en el medio The Guardian.
El legado de Watkins
En el Centro John Innes, cerca de Norwich, Inglaterra, ha sido preservado el legado de Watkins, donde su colección de 827 tipos de trigo ha sido cuidada durante casi un siglo.
Recientemente, una colaboración entre el Reino Unido y China secuenció el ADN de todas estas variedades de trigo, creando una “mina de oro” genética.
Esta secuenciación permitió identificar genes previamente desconocidos que ahora se utilizan para crear variedades resistentes con rendimientos mejorados, que podrían ayudar a alimentar a la creciente población mundial.
Simon Griffiths, genetista en el Centro John Innes y uno de los líderes del proyecto, afirmó: “Esencialmente, hemos descubierto una mina de oro”.
Además, añadió: “esto va a hacer una enorme diferencia en nuestra capacidad para alimentar al mundo y a la agricultura”.
Diversidad genética
El trigo que hoy conocemos derivó de variedades silvestres que fueron domesticadas y cultivadas en el Creciente Fértil en el Medio Oriente hace 10 mil años.
Sin embargo, muchas de estas variedades y sus genes han desaparecido a lo largo de los milenios, un proceso que se aceleró hace aproximadamente un siglo con el avance de la ciencia del mejoramiento de plantas.
Las variedades con propiedades que entonces se consideraban de poco valor fueron descartadas.
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Griffiths señaló: “Es por eso que la colección de Watkins es tan importante. Contiene variedades que se habían perdido pero que serán invaluables para crear trigo que pueda proporcionar rendimientos saludables en las duras condiciones que ahora amenazan la agricultura”.
Innovaciones y colaboraciones
El profesor Shifeng Cheng, de la Academia China de Ciencias Agrícolas y colíder del proyecto, destacó: “Podemos rastrear la diversidad funcional y beneficiosa que se perdió en los trigos modernos después de la ‘revolución verde’ en el siglo XX y tenemos la oportunidad de reincorporarlos a los programas de mejoramiento”.
A pesar del deseo de los científicos de estudiar los genes del trigo en la colección de Watkins después del desarrollo de la secuenciación de ADN a gran escala hace más de una década, enfrentaron un problema inusual: el genoma del trigo es enorme, compuesto por 17 mil millones de unidades de ADN en comparación con los 3 mil millones de pares de bases que componen el genoma humano.
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“El genoma del trigo está lleno de pequeños elementos retro y eso ha hecho que sea más difícil y, lamentablemente, más caro de secuenciar. Sin embargo, gracias a nuestros colegas chinos que llevaron a cabo el trabajo de secuenciación detallado, hemos superado ese problema”, expuso Griffiths.
Las muestras de la colección de Watkins fueron enviadas a Cheng, y tres meses después, recibieron una maleta llena de discos duros con un petabyte (un millón de gigabytes) de datos decodificados por el grupo chino usando la colección de Watkins.
Estos datos revelaron que las variedades modernas de trigo solo utilizan el 40 % de la diversidad genética encontrada en la colección.
Griffiths afirmó: “Hemos encontrado que la colección de Watkins está llena de variación útil que simplemente está ausente en el trigo moderno”.
Estas características perdidas ahora están siendo probadas por fitomejoradores con el objetivo de crear una serie de nuevas variedades que habrían sido olvidadas si no fuera por los esfuerzos de Watkins.
Un pionero tímido
La introducción de Arthur Watkins a la agricultura fue inusual.
A los 19 años, fue enviado a luchar en las trincheras durante la Primera Guerra Mundial.
Sobrevivió y, durante varios meses después del armisticio, se le ordenó permanecer en Francia como asistente de un oficial agrícola, encargado de ayudar a los agricultores locales a alimentar a las tropas que aún esperaban ser repatriadas.
“Este puesto despertó su interés en la agricultura, y al regresar a Gran Bretaña, Watkins solicitó estudiar agricultura en Cambridge”, explicó Simon Griffiths.
Después de graduarse, Watkins se unió al departamento de agricultura de la universidad, donde comenzó el trabajo de su vida: recolectar muestras de trigo de todo el planeta.
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Griffiths concluyó: “Watkins había comprendido que, al comenzar a criar nuevas variedades de trigo, genes que entonces se pensaba que eran de poca utilidad y que se estaban eliminando de las cepas podrían tener valor futuro”.
Su pensamiento estaba increíblemente adelantado a su tiempo. Watkins se dio cuenta de que la diversidad genética – en este caso del trigo – se estaba erosionando y que necesitábamos urgentemente detener eso.
“Muy pocos científicos estaban pensando en este problema en esos días. Watkins claramente estaba pensando muy por delante de su tiempo y tenemos mucho que agradecerle por ello”, manifestó el genetista.
Fuente: The Guardian