La reciente serie de sismos en Guatemala, con más de 4,000 eventos registrados desde el martes 8 de julio de 2025, de acuerdo con la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres, tiene en alerta a la población, y en el campo esto no es la excepción.
Este contexto subraya la urgencia de analizar su impacto en el sector agrícola, que representa alrededor del 23 % del PIB, de acuerdo con un informe presentado por el Ministerio de Agricultura.
Aunque estos sismos han sido relativamente bajos en cuanto a su escala de Richter, los productores deben estar atentos a los temas que abordamos a continuación.
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Daños en instalaciones agrícolas
Los sismos pueden afectar invernaderos, galpones, silos, centros de acopio y sistemas de almacenamiento.
De acuerdo con un reporte de 2014, llamado Earthquakes and California Agriculture: Where are the Vulnerabilities?, de la Comisión de Seguridad de California, Estados Unidos, indica que la infraestructura agrícola depende en gran medida de redes eléctricas y de transporte vulnerables, lo que podría paralizar operaciones de riego y procesamiento.
En Guatemala, construcciones rurales de adobe o sin refuerzo estructural incrementan esa vulnerabilidad.
La pérdida de insumos o herramientas por colapso estructural representa un alto riesgo económico, especialmente para pequeños productores que carecen de seguros o reservas.
Afectación a sistemas de riego y drenaje
El movimiento telúrico puede dañar tuberías, zanjas, canales y sistemas de riego.
En Hokkaido (Japón), un sismo de magnitud 6.6 provocó la interrupción del suministro eléctrico y problemas logísticos que afectaron incluso la producción lechera, en cuanto a logística de transporte y almacenamiento en frío.
En cultivos como hortalizas o frutales, donde el riego es crítico y continuo, una interrupción puede afectar el desarrollo y rendimiento.
Además, si ocurre en temporada lluviosa, el riesgo de obstrucción o desborde de drenajes mal mantenidos se incrementa.
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Impacto en la estabilidad y calidad de los suelos
Los sismos alteran la estructura del suelo mediante fenómenos como licuación, desplazamientos o deslizamientos.
Se han documentado casos en Japón, Venezuela y Nepal donde el suelo se comportó como líquido, dañando canales, sistemas subterráneos y cultivos.
En zonas de ladera, estos efectos pueden provocar la pérdida total de la capa fértil, lo que implica una reducción prolongada de la productividad.
Además, los movimientos sísmicos pueden modificar el contenido químico del suelo, afectando su capacidad para retener agua y nutrientes.
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Interrupciones en la cadena de suministro
Las carreteras y rutas secundarias en zonas agrícolas pueden quedar bloqueadas por derrumbes o caídas de árboles, como ocurrió en sectores de Escuintla y Palín.
Estas interrupciones dificultan tanto el transporte de productos como la llegada de insumos agrícolas, lo que puede traducirse en pérdidas económicas inmediatas.
Esto es particularmente delicado en la producción de alimentos perecederos, donde los márgenes de tiempo son estrechos y los costos logísticos elevados.
Riesgo | Descripción breve |
---|---|
Infraestructura dañada | Colapso de invernaderos, silos, almacenes, maquinaria |
Fallas en riego/drenaje | Roturas y fugas de agua para riego, drenajes bloqueados |
Suelo afectado | Licuación, fracturas, pérdida de capa fértil, cambios químicos del suelo |
Logística interrumpida | Vías bloqueadas, retrasos en transporte de insumos y productos |

¿Cómo prevenir daños en la infraestructura agrícola?
Para reducir los daños en instalaciones agrícolas, es recomendable reforzar estructuras con materiales flexibles y resistentes, como acero o madera tratada, evitando el uso exclusivo de adobe o bloque sin anclajes.
Los invernaderos y galpones deben contar con conexiones firmes entre techos y columnas, así como anclajes al suelo.
Además, se sugiere asegurar los tanques de almacenamiento, motores y sistemas de bombeo para evitar vuelcos o desplazamientos.
Llevar un inventario actualizado de insumos y herramientas puede facilitar la recuperación en caso de pérdida, especialmente si se cuenta con respaldo fotográfico y registro digital.
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En el caso de sistemas de riego y manejo del suelo, conviene inspeccionar periódicamente tuberías, válvulas y canales para detectar posibles puntos débiles o zonas de tensión.
Instalar válvulas de corte rápido y reforzar uniones con abrazaderas puede reducir el impacto de una ruptura.
Para terrenos con pendiente, es útil mantener barreras vivas, terrazas o zanjas de infiltración que ayuden a estabilizar el suelo ante deslizamientos.
También se recomienda diversificar las fuentes de agua (pozos, reservorios, cosecha de lluvia) y almacenar agua en tanques elevados con válvulas de cierre automático.
Estas acciones permiten mantener cierta operatividad incluso si la red principal colapsa tras un sismo.
Invertir en prevención, resiliencia estructural y protocolos de respuesta puede marcar la diferencia entre una temporada perdida y una recuperación rápida.
Fuentes: Soy502 / Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres / Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación / Seismic Safety Commission State of California / The Mainichi / National Library of Medicine