El descubrimiento de prácticas de recolección de cereales silvestres en el sur de Uzbekistán, datadas en más de 9,000 años, está revolucionando las teorías predominantes sobre los orígenes de la agricultura.
Hasta ahora, el consenso arqueológico había situado el nacimiento de la agricultura en el llamado Creciente Fértil —una región que abarca partes de Irak, Siria, Líbano, Israel, Palestina, Jordania y el sureste de Turquía— donde grupos humanos comenzaron a domesticar especies vegetales hace aproximadamente 10 000 años.
Sin embargo, nuevas evidencias procedentes del yacimiento de Toda, en Asia central, sugieren que los comportamientos preagrícolas no fueron exclusivos de esta zona.
El hallazgo, resultado de una colaboración internacional liderada por científicos de Uzbekistán, China y Alemania, abre nuevas líneas de investigación que podrían llevar a reconfigurar completamente el mapa de los inicios de la agricultura.
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Un yacimiento clave en Asia central
Ubicada en las montañas del sur de Uzbekistán, en el valle de Surkandarya, la cueva de Toda ha proporcionado una serie de capas arqueológicas ricas en restos orgánicos e inorgánicos que permiten reconstruir el modo de vida de sus antiguos ocupantes.
La investigación fue dirigida por Xinying Zhou, del Instituto de Paleontología de Vertebrados y Paleoantropología (IVPP) de Pekín, y Farhod Maksudov, del Instituto de Arqueología de Samarcanda, con el apoyo del equipo de arqueobotánica del Instituto Max Planck de Geoantropología, en Alemania.
Entre los materiales recuperados se encuentran herramientas líticas, restos de carbón vegetal, granos de cereales silvestres y restos de frutos secos, principalmente pistachos y manzanas.
Estos elementos fueron hallados en contextos estratigráficos datados mediante carbono 14 entre 9,000 y 9,500 años antes del presente, es decir, prácticamente contemporáneos a los primeros agricultores del Creciente Fértil.
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El análisis microscópico de las herramientas —mayoritariamente cuchillas de piedra caliza con filos curvos y desgaste por fricción— indica que fueron utilizadas para cortar tallos de gramíneas, presumiblemente cebada silvestre (Hordeum sp.).
Según explicó Robert Spengler, director del Laboratorio de Arqueobotánica del Instituto Max Planck:
“Estos cazadores-recolectores ya estaban inmersos en prácticas culturales que desembocarían, eventualmente, en la domesticación de plantas”.
¿Agricultura o recolección intensiva?
Uno de los aspectos más intrigantes del hallazgo es que los granos encontrados no presentan características morfológicas de domesticación.
Se trata de variedades silvestres, recolectadas directamente del entorno natural, pero con una intensidad y sistematicidad que se asemejan al cultivo.
Los investigadores proponen dos escenarios posibles:
- Que los habitantes de la región hayan desarrollado prácticas de cultivo incipiente, con cebada silvestre y sin influencia directa del Creciente Fértil.
- Que las prácticas de recolección intensiva y herramientas asociadas hayan llegado desde el Creciente Fértil antes de lo que se pensaba, a través de redes de intercambio o migraciones.
En ambos casos, el descubrimiento pone en evidencia que los comportamientos que condujeron a la domesticación de plantas eran más diversos geográficamente y culturalmente plurales de lo que se había considerado.
“Este descubrimiento debería cambiar la forma en que los científicos entienden la transición entre la caza-recolección y la agricultura”, afirmó Spengler.
“Las evidencias indican que estos comportamientos transicionales fueron mucho más extendidos de lo que asumíamos”, agregó.
Cambios en la narrativa evolutiva de la agricultura
Durante décadas, el modelo predominante sobre los orígenes de la agricultura ha sido lineal y centralizado, situando a la región del Creciente Fértil como el único epicentro desde el cual se expandieron las primeras prácticas agrícolas.
Sin embargo, descubrimientos como el de Toda, junto con investigaciones recientes en regiones como Anatolia, el Cáucaso y ahora Asia central, están obligando a reconsiderar esta narrativa.
Según los investigadores, este y otros hallazgos apoyan la idea de una domesticación no intencional, en la que comunidades humanas, al intensificar la recolección de ciertas especies, comenzaron a modificar los ecosistemas locales de forma gradual y acumulativa, favoreciendo aquellas plantas con características más aptas para el aprovechamiento humano.
“Un número creciente de estudios arqueobotánicos sugiere que la domesticación de plantas fue resultado de una coevolución con los paisajes y no de una decisión consciente o planificada”, explicó Zhou.
“Lo que vemos en Uzbekistán es un claro ejemplo de cómo estas prácticas se desarrollaron en paralelo en distintas regiones”.
Implicancias para la historia de la agricultura
Este hallazgo tiene repercusiones amplias para la arqueología, la paleoecología y la historia agrícola:
- Amplía el mapa de las transiciones agrícolas, mostrando que Asia central no fue un mero receptor pasivo de la expansión neolítica, sino que pudo haber generado dinámicas propias.
- Demuestra la existencia de comportamientos preagrícolas estructurados, con herramientas especializadas, aprovechamiento estacional de recursos y patrones de ocupación planificados.
- Refuerza la idea de múltiples centros de innovación agrícola, donde poblaciones humanas experimentaban con especies vegetales locales en función de sus propias necesidades ecológicas y culturales.
Además, según el equipo, este tipo de hallazgos contribuye a construir una visión más descentralizada y diversa de los procesos de domesticación, lo cual también tiene resonancia en debates actuales sobre agrobiodiversidad, adaptación local y resiliencia ecológica.
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Próximos pasos
El equipo internacional ya ha anunciado planes para continuar con excavaciones en Toda y otros sitios del valle de Surkandarya, con el objetivo de determinar hasta qué punto estas prácticas estaban extendidas en la región.
También se realizarán análisis genéticos de los granos hallados para determinar su grado de cercanía con las variedades domesticadas conocidas.
“Aún no podemos afirmar que se tratase de una forma de agricultura propiamente dicha”, señaló Maksudov.
“Pero las evidencias indican que estas poblaciones estaban en el umbral mismo de ese proceso. Se estaban acercando al cultivo, ya sea por necesidad, experimentación o por transformaciones ecológicas”, complementó.
Hallazgos continuarán
El caso de la cueva de Toda nos recuerda que los grandes cambios en la historia humana, como la transición hacia la agricultura, no fueron lineales ni uniformes.
Por el contrario, fueron el resultado de múltiples caminos, decisiones adaptativas, intercambios culturales y transformaciones ecológicas simultáneas en distintas regiones.
Con estos hallazgos, Uzbekistán se suma a los escenarios arqueológicos que invitan a repensar los orígenes de la agricultura, no como un único episodio fundacional, sino como una respuesta evolutiva compleja al entorno y a las necesidades sociales de comunidades humanas en diferentes partes del mundo.
Fuentes: Max-Planck-Gesellschaft / Phys / Infobae