Cuando Yoav Sonino comenzó a cultivar maíz dulce, fue objeto de burla.
Le decían que lo suyo era “maíz para el ganado”. Sin embargo, décadas más tarde, este agricultor de espíritu tenaz logró algo extraordinario: redefinir la relación del consumidor israelí con el maíz, posicionando su producto como un referente de calidad y sabor.
“Cambié los hábitos de consumo y el sabor del maíz en Israel”, asegura Sonino. “Es maíz que se puede comer crudo, por no hablar de la variedad blanca, que es aún más dulce”.
Su historia no es solo la de un producto agrícola exitoso, sino también la de una marca bien construida y una visión comercial que rompió paradigmas en la agricultura del país.
Al corazón agrícola de Israel
Yoav Sonino nació en el kibutz Kaberi. Su padre era de Milán y su madre de Polonia.
Desde joven, estuvo vinculado al trabajo del campo, aunque sus primeras experiencias fueron con frutales como nísperos, guanábanas y aguacates.
No fue hasta después de su paso por el ejército, incluyendo su participación en la Guerra de Yom Kipur, que entró en el mundo de los cultivos extensivos en Ein Zivan, en los Altos del Golán.
Pero Sonino no es solo un agricultor. Reclama un linaje singular: “Mi familia está conectada con una de las 50 familias judías que los romanos se llevaron a Roma desde la zona donde vivo hoy, en Raot”, argumenta.
Permanecieron en Italia durante 2000 años y fundaron una ciudad llamada Sonino. “Desde allí estoy conectado con el pueblo de Israel, no en la religión, sino en la cultura y la historia”, continúa.
Gili: historia de innovación agrícola
En los años ochenta, Sonino lideró un proyecto de cultivo, corte y exportación de maíz desde los Altos del Golán para una empresa agrícola.
Tras la disolución de la sociedad con otros kibutzim, decidió continuar por su cuenta. “Así comenzó mi historia independiente con el maíz. De ese día en adelante. Así soy yo”, afirma.
Fundó su primera empresa en 1990, bautizándola Peri Gil, en honor a su esposa Gil. De ahí surgiría el nombre que hoy es sinónimo de maíz de alta calidad en Israel: Gili Corn.
Poder del marketing aplicado al campo
Una parte importante del éxito de Sonino no fue solo el cultivo, sino la forma en que posicionó su producto en el mercado.
Fue pionero en empacar siete mazorcas por bandeja y vender por unidad, no por peso.
“Fui el primero en implementar un método para colocar y empaquetar siete mazorcas de maíz en bandejas, y soy el único en el país que no vende por kilo, sino por bandeja”, explicó.
En esta etapa, dos figuras clave aparecen: Chaya y Yiftacha Laron, consultores de comunicación.
“Me dijeron: ‘Oye, nos comimos tu maíz y nos desmayamos, no hay manera de que no puedas convertirlo en un éxito’”, cuenta Sonino.
A ellos les atribuye la creación de la imagen de marca Gili Corn y su símbolo: un muñeco de maíz.
“Pensé que ya era una marca y me dijeron: ‘Te mostraremos lo que es una marca’. Les debo el éxito”, admite. El paralelismo con las reconocidas “uvas Tali” no es gratuito.
Del desprecio al reconocimiento
Al principio, el público no aceptaba el maíz dulce. “Lo llamaban ‘maíz para ganado’ y tuvimos que introducir el producto en un mercado al que no le gustaba”, recuerda Sonino.
Pero su insistencia, junto con el respaldo de figuras como Michal Ansky y Shir Halpern desde el Mercado del Puerto de Tel Aviv, logró transformar esa percepción.
“El Mercado Agrícola de Tel Aviv me forjó como marca”, dice.
Allí ofrecía muestras para que los consumidores probaran el producto. La estrategia surtió efecto. Hoy, su maíz se vende hasta cinco veces más caro que el de cadenas de prestigio local.
Un modelo de negocio rentable y sostenible
De ser el mayor exportador de maíz en Israel con 3.000 dunams (300 hectáreas), hoy Sonino cultiva apenas 300.
Pero esa reducción no ha significado pérdidas: “Gano más con 300 dunams que cuando tenía 3.000 dunams”, reconoce. La clave está en el valor agregado. “El matrimonio Laron me enseñó que lo bueno tiene un precio”.
Mientras una bandeja de maíz Gili puede costar al frutero 16 shekels ($4.32) y venderse entre 21 ($5.67) y 31 ($8.37), en supermercados como Rami Levy el precio por kilo puede bajar hasta los 4 shekels ($1.08).
La dulzura como virtud… y como estigma
Aunque el maíz Gili es conocido por su sabor extra dulce, Sonino ha aprendido a manejar las percepciones del consumidor.
“Identificaron el maíz dulce como poco saludable. Así que no comercializo mi maíz como el más dulce, sino como el más sabroso”, manifestó.
También subraya que, pese a su dulzura, el maíz tiene un bajo índice glucémico, una cualidad poco difundida pero importante en un contexto de mayor conciencia nutricional.
Del campo al Libro Guinness
El hijo de Yoav, Ido Sonino, también ha dejado su huella en el negocio familiar.
En la planta empacadora, muestra con orgullo su récord Guinness: el pelador de maíz más rápido del mundo, con 18 mazorcas por minuto.
El sabor de la tierra
La historia de Yoav Sonino y el maíz Gili muestra cómo la agricultura puede combinar tradición, innovación, marca y estrategia de venta.
Es también una lección sobre cómo transformar un producto poco valorado en un referente del consumo local.
Y aunque la situación económica actual ha reducido la demanda, Sonino mantiene firme su compromiso social: “Lo que me queda lo doy a la organización ‘Leket Israel’ para que lo distribuya entre los necesitados”.
Su historia es, sin duda, un ejemplo de ingenio, constancia y transformación. Como él mismo dice: “Así soy yo”.
Fuentes: Calcalist