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Fertilizantes para maíz Maíz

Fertilizantes orgánicos para maíz: tipos, dosis y aplicación

Guía práctica sobre fertilizantes orgánicos para maíz: dosis, momentos de aplicación y recomendaciones para obtener un mejor rendimiento.

El cultivo de Zea mays, uno de los cereales más importantes a nivel global, depende de una nutrición adecuada para expresar su potencial.

Durante años, la agricultura convencional ha recurrido a fertilizantes minerales, pero hoy en día los fertilizantes orgánicos para maíz cobran relevancia como alternativa sostenible.

Estos insumos ayudan a mejorar el suelo y también pueden reducir costos y aportar resiliencia a los sistemas de producción.

En este artículo analizamos su origen, funcionamiento, momentos adecuados de aplicación y cómo adaptar su uso a las distintas etapas del cultivo.

¿Qué son los fertilizantes orgánicos y cuál es su origen?

Los fertilizantes orgánicos provienen de fuentes naturales y biológicas, como residuos animales, vegetales y productos microbiológicos.

A diferencia de los fertilizantes químicos, no se producen mediante síntesis industrial, sino a través de procesos como la compostación, la fermentación anaerobia o el vermicompostaje.

Su origen puede clasificarse en tres categorías:

  1. Residuos animales: como estiércoles, gallinaza o harinas de hueso.
  2. Residuos vegetales: compost de residuos de cosecha, abonos verdes.
  3. Bioinsumos microbianos: preparados con microorganismos benéficos que mejoran la disponibilidad de nutrientes.
(Fotos: Shutterstock)

Ya desde la agricultura precolombina se usaban estos insumos, aunque sin los criterios técnicos actuales.

Hoy, los análisis de laboratorio permiten estimar su contenido nutricional y su capacidad para mejorar la fertilidad del suelo.

Además de aportar nutrientes, favorecen la vida microbiana, mejoran la estructura del suelo y aumentan la retención de agua, factores clave en ambientes con baja fertilidad o manejo limitado de riego.

Eficacia y efectividad de los fertilizantes orgánicos en maíz

Uno de los temas centrales al hablar de fertilizantes orgánicos es su respuesta agronómica y técnica.

Varios estudios han documentado que pueden cubrir buena parte de los requerimientos del maíz, dependiendo del tipo de suelo, clima, y calidad del insumo.

En suelos de baja fertilidad, por ejemplo, el compost y la gallinaza han mostrado un aumento del rendimiento de grano entre un 15 % y un 25 % en relación a lotes sin fertilizar.

Sin embargo, su efecto es más progresivo, ya que la liberación de nutrientes depende del proceso de descomposición.

(Foto: Shutterstock)

La liberación lenta de nutrientes es útil para sostener el desarrollo del cultivo, pero puede ser insuficiente en etapas de alta demanda, como floración o llenado de grano.

Por eso, muchos ensayos han demostrado que la mayor eficiencia se alcanza al combinar fuentes orgánicas y minerales, sobre todo cuando se requiere respuesta inmediata del cultivo.

También debe tenerse en cuenta que la efectividad económica varía según la disponibilidad local del abono, su costo por tonelada y la infraestructura para aplicarlo correctamente.

Momentos clave de aplicación

El momento de aplicación de los fertilizantes orgánicos influye directamente en su desempeño.

A diferencia de los fertilizantes minerales, su efecto no es inmediato, por lo que deben incorporarse antes de que el cultivo demande los nutrientes.

A continuación, se detalla su uso por fase:

Antes de la siembra

Durante la preparación del terreno, se recomienda aplicar compost, estiércol o vermicompost, con anticipación suficiente para que la descomposición libere nutrientes disponibles al momento de la emergencia.

Las dosis pueden variar entre 10 y 30 t/ha, según el tipo de suelo y la calidad del abono.

(Foto: Shutterstock)

Además de aportar nutrientes, esta aplicación temprana mejora la estructura del suelo y favorece la actividad microbiana, lo cual es especialmente útil en suelos compactados o erosionados.

En la siembra

En el momento de la siembra, puede aplicarse abono orgánico maduro en banda o surco, o utilizar inoculantes microbianos en la semilla para estimular el desarrollo radicular y la absorción inicial de nutrientes.

Esta estrategia resulta útil cuando se trabaja en suelos pobres o con baja disponibilidad de fósforo.

También es viable aplicar fertilizantes líquidos orgánicos como té de compost o extractos fermentados, que tienen una mayor disponibilidad inicial.

Durante la etapa vegetativa

Cuando el cultivo entra en crecimiento activo (V3–V6), se puede reforzar la nutrición con aplicaciones complementarias.

Aquí destaca el uso de biofertilizantes líquidos o foliares, que permiten una rápida absorción de nutrientes a través de las hojas.

(Foto: Shutterstock)

Esta etapa requiere especial atención al aporte de nitrógeno, ya que la tasa de crecimiento es elevada y el cultivo lo demanda de forma continua.

En la etapa reproductiva

En la fase de floración y llenado de grano, la demanda de potasio y fósforo aumenta.

Sin embargo, los fertilizantes orgánicos no siempre liberan nutrientes con la rapidez requerida, por lo que en muchos casos se opta por combinarlos con fertilizantes minerales o soluciones nutritivas de aplicación foliar.

El objetivo es evitar deficiencias nutricionales en el momento de mayor sensibilidad del cultivo.

Ajustes según la etapa del cultivo

Cada etapa fenológica del maíz presenta diferentes requerimientos:

  • Etapa inicial: demanda rápida de nitrógeno y fósforo para estimular raíces y hojas.
  • Crecimiento vegetativo: absorción intensiva de nitrógeno y potasio.
  • Floración y llenado: necesidad continua de fósforo, potasio y micronutrientes.

Los fertilizantes orgánicos, por su naturaleza, deben aplicarse con anticipación suficiente para que el proceso de mineralización se alinee con estas necesidades.

Esto implica conocer bien el tipo de abono, su estabilidad y el contexto climático.

Estrategias combinadas: sinergias entre fertilizantes orgánicos y minerales

Diversos trabajos han señalado que la combinación de abonos orgánicos con fertilizantes minerales mejora la eficiencia de ambos.

Esta estrategia, conocida como fertilización integrada, permite aprovechar:

  • El efecto estructural del abono orgánico sobre el suelo.
  • La rapidez de absorción de los nutrientes minerales.
(Foto: Shutterstock)

Una práctica común es aplicar entre 10 y 15 t/ha de estiércol maduro, junto con 40–60 kg/ha de nitrógeno mineral, lo que permite reducir el uso de químicos sin afectar el rendimiento.

Además, esta combinación mejora la eficiencia del uso del nitrógeno y reduce las pérdidas por lixiviación.

El equilibrio entre fuentes orgánicas y minerales también permite ajustar los costos, especialmente en zonas donde el acceso a fertilizantes químicos es limitado o volátil.

Limitaciones y consideraciones

El uso de fertilizantes orgánicos no está exento de consideraciones importantes:

  • Se requiere mayor volumen por hectárea, lo que implica costos logísticos y mano de obra adicionales.
  • La composición varía según el origen del abono, por lo que se recomienda analizar su contenido nutricional antes de aplicarlo.
  • Su liberación depende de factores ambientales como temperatura, humedad y actividad biológica del suelo.

Para mejorar su desempeño, es conveniente:

  • Realizar análisis de suelo previos.
  • Incorporar el abono con tiempo suficiente.
  • Usar coberturas vegetales que favorezcan la producción local de biomasa.
  • Monitorear la respuesta del cultivo y ajustar la estrategia en ciclos posteriores.

Los fertilizantes orgánicos

Los fertilizantes orgánicos para maíz son una herramienta con alto potencial para mejorar la salud del suelo, reducir el uso de fertilizantes sintéticos y avanzar hacia sistemas más sostenibles.

Su uso adecuado requiere conocimiento técnico, planificación y seguimiento del cultivo.

Cuando se aplican en el momento oportuno, con las dosis correctas y en combinación con fuentes minerales, estos abonos permiten mantener o incluso mejorar el rendimiento, sin comprometer la estabilidad del agroecosistema.

By Erick Cabrera

Cuenta con más de 10 años de experiencia en medios de comunicación. Se desempeña como editor en Cambiagro. Empezó su camino profesional como corrector de estilo en dos de los medios escritos más importantes de Guatemala, Prensa Libre y Nuestro Diario, donde también fue reportero, redactor, investigador de temas especiales y editor.

Cuenta con una Licenciatura en Medios de Comunicación e Informativos y maestrando Consultoría de Imagen Pública y Planificación Estratégica de Medios de Comunicación.

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