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Pulgón del maíz: ciclo de vida, daños y control

El pulgón del maíz es una plaga frecuente en cultivos de Zea mays, capaz de afectar su rendimiento mediante daños directos y transmisión de virus. Un manejo adecuado, basado en monitoreo y control integrado, es clave para minimizar pérdidas y mantener la sanidad del cultivo.

septiembre 17, 2025
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Foto: Envato

El pulgón del maíz es una de las plagas más recurrentes y potencialmente dañinas en el cultivo de Zea mays.

Su presencia puede observarse desde las primeras etapas fenológicas hasta el llenado de grano, y aunque no siempre genera pérdidas severas, su capacidad de reproducción rápida y de transmisión de enfermedades virales obliga a los técnicos y agricultores a mantener una vigilancia constante.

A continuación encontrará los aspectos clave para la identificación, monitoreo, evaluación de daños y control sostenible de esta plaga, con un enfoque agronómico basado en el manejo integrado.

¿Qué es el pulgón del maíz?

El término pulgón del maíz hace referencia a un grupo de insectos del orden Hemiptera y familia Aphididae que colonizan la parte aérea del maíz y se alimentan de su savia.

Foto: Alton N. Sparks, Jr., University of Georgia, Bugwood.org

Son insectos pequeños (1–3 mm), de cuerpo blando, que pueden ser verdes, amarillos o negros, dependiendo de la especie y del estado fisiológico del insecto.

Las especies más comunes en maíz incluyen:

  • Rhopalosiphum maidis: conocido como pulgón verde del maíz, es la especie más frecuente. Se localiza principalmente en la cara superior de las hojas, vainas y espigas. Tiene un cuerpo de color verde-azulado y antenas cortas.
  • Rhopalosiphum padi: más generalista, también ataca otros cereales. Puede observarse en hojas jóvenes y tallos.
  • Melanaphis sacchari: llamado pulgón amarillo, de cuerpo pálido o amarillento. Su daño se acentúa en condiciones cálidas y secas.
  • Schizaphis graminum: con tonos verdosos y patrón de alimentación agresivo. Se asocia a deformaciones foliares.

Estas especies debilitan al cultivo de Zea mays y pueden actuar como vectores de enfermedades virales, lo que aumenta su importancia económica.

Ciclo de vida del pulgón

El ciclo de vida del pulgón del maíz es rápido y adaptable, lo que favorece el desarrollo de múltiples generaciones durante la campaña agrícola.

En condiciones cálidas y con disponibilidad de hospedero, la reproducción ocurre de forma partenogenética, es decir, sin necesidad de machos.

Las hembras dan a luz a ninfas vivas, lo que acelera el proceso de colonización. En apenas 5 a 7 días, una ninfa puede alcanzar el estado adulto y comenzar a reproducirse.

(Foto: Shutterstock)

Las poblaciones se desarrollan en “puntos calientes” del lote y luego se dispersan por medio de formas aladas.

La presencia de vientos cálidos y secos puede potenciar esta dispersión, especialmente durante la etapa vegetativa del cultivo.

Factores que influyen en su crecimiento poblacional:

  • Temperaturas entre 20 y 30 °C
  • Humedad relativa baja
  • Estrés hídrico o nutricional en el cultivo
  • Ausencia de enemigos naturales o uso excesivo de insecticidas de amplio espectro

Daños directos e indirectos provocados por el pulgón

Los daños directos se originan por la succión constante de savia del floema, lo que reduce la vitalidad de la planta. Entre los síntomas más comunes se observan:

  • Enrollamiento de hojas en plantas jóvenes
  • Coloración clorótica o amarilla
  • Detención del crecimiento
  • Deformación de estructuras reproductivas
  • Menor peso y número de granos por mazorca
(Foto: Shutterstock)

A nivel fisiológico, el cultivo presenta una disminución en la tasa fotosintética, debido a la alteración del equilibrio hídrico y nutricional.

Además, los pulgones excretan melaza, una sustancia azucarada que favorece el desarrollo de fumagina, un hongo negro que recubre las hojas y limita la captación de luz.

(Foto: Shutterstock)

Esta condición también puede atraer hormigas, que protegen a los pulgones de sus enemigos naturales.

En cuanto a los daños indirectos, el riesgo más grave es la transmisión de virus, como el virus del mosaico enano del maíz, que afecta la calidad y el rendimiento del cultivo.

Monitoreo y umbrales de acción

El monitoreo temprano y sistemático es una de las herramientas más efectivas para evitar pérdidas causadas por pulgón.

Debe iniciarse desde las primeras etapas del cultivo (V2 en adelante), con revisiones semanales, especialmente si se presentan condiciones propicias.

Técnicas de monitoreo recomendadas:

  • Inspección visual del envés de hojas
  • Conteo de individuos por planta
  • Uso de trampas adhesivas amarillas
  • Evaluación de presencia de melaza o fumagina
(Foto: Shutterstock)

Umbrales económicos de daño (UED):

Los umbrales pueden variar según la etapa del cultivo, pero en general:

  • Etapa vegetativa (V4–V8): intervenir si hay más de 50 pulgones por planta o si el 20 % está infestado
  • Etapa reproductiva (R1–R3): actuar si se superan los 100 pulgones por espiga o si el 10 % de las plantas presenta síntomas visibles

La presencia de enemigos naturales debe evaluarse antes de cualquier tratamiento.

Estrategias de control integrado del pulgón del maíz

El control del pulgón del maíz debe alinearse con los principios del Manejo Integrado de Plagas (MIP), combinando prácticas que reduzcan su impacto sin depender exclusivamente de productos químicos.

(Imagen: Cambiagro)

Control cultural

  • Siembras escalonadas y en fechas óptimas
  • Eliminación de malezas hospederas en bordes y lotes
  • Rotación de cultivos con especies no hospedantes
  • Uso de híbridos tolerantes a virus

Control biológico

La fauna benéfica tiene un papel decisivo en la regulación natural del pulgón. Es fundamental conservar sus poblaciones dentro del lote.

  • Depredadores naturales: crisopas, catarinitas, sírfidos
  • Parasitoides: avispas del género Aphidius
  • Hongos entomopatógenos: Beauveria bassiana, Metarhizium anisopliae

Evitar insecticidas de amplio espectro que afecten estos organismos.

Control químico

Debe aplicarse solo cuando los umbrales lo justifiquen y no exista suficiente control natural activo. Algunas pautas clave:

  • Emplear ingredientes activos selectivos como pirimicarb, flonicamid, acetamiprid, sulfoxaflor o spirotetramat
  • Aplicar en horas de baja actividad de polinizadores
  • Rotar ingredientes activos para reducir resistencia
  • Asegurar buena cobertura, especialmente en el envés de las hojas

Pirimicarb

Es un insecticida del grupo de los carbamatos, con acción selectiva sobre áfidos.

Actúa por contacto e ingestión, y tiene bajo impacto sobre enemigos naturales.

Flonicamid

Pertenece a una familia química propia (piridinacarboxamidas) y controla exclusivamente insectos picadores-suctores.

Interfiere en el sistema alimenticio del pulgón, provocando su cese de alimentación rápidamente.

(Foto: Shutterstock)

Acetamiprid

Es un neonicotinoide de segunda generación con efecto sistémico y translaminar.

Su modo de acción afecta el sistema nervioso central del insecto por contacto e ingestión.

Sulfoxaflor

Insecticida del grupo de los sulfoximinas, con acción sistémica y rápida.
Se utiliza en control de poblaciones resistentes a neonicotinoides y tiene buena persistencia.

Spirotetramat

Es un insecticida del grupo de los cetoenoles, con acción sistémica ascendente y descendente.

Interfiere en el desarrollo de insectos succionadores, afectando su reproducción y crecimiento.

Prevención y manejo a largo plazo

El manejo del pulgón debe ser parte de una estrategia de sanidad agrícola a largo plazo, que no dependa exclusivamente de medidas reactivas.

Algunas recomendaciones clave:

  • Establecer registros históricos de presión de plagas por lote
  • Capacitar equipos de campo en monitoreo y toma de decisiones
  • Promover prácticas agroecológicas para fortalecer el equilibrio del sistema productivo
  • Incorporar sensores, apps u otras tecnologías para mejorar la eficiencia del monitoreo

Para tomar en cuenta

El pulgón del maíz es una plaga de alta adaptabilidad y rápida reproducción, que puede comprometer tanto el desarrollo vegetativo como el rendimiento final de Zea mays.

Su manejo requiere una estrategia integral y sostenible, basada en la prevención, la observación constante y el uso equilibrado de herramientas culturales, biológicas y químicas.

Con una planificación adecuada y decisiones informadas, es posible reducir su impacto y preservar la productividad del cultivo.

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